sábado, 19 de diciembre de 2009

AMBICIONES POCO AMBICIOSAS


Ya estamos terminando el año y la palabra crisis sigue sonando fuerte en todos los ámbitos. La cumbre de Copenhague que terminó el viernes pasado, nos deja la sensación que a duras penas logró ponerse de acuerdo y que sus medidas no están en acorde a las reales necesidades  de nuestro planeta.

El tiempo pasa y nuestros gobernantes están más pendientes de las economías, de los tecnicismos y formalidades que de las señales de la naturaleza, las cuales son realmente preocupantes, el calentamiento global es real, devastador e inminente. Los científicos que acudieron a esta cumbre no se cansan de repetir que no sólo pasa porque los países ricos bajen sus emisiones contaminantes, sino que el cambio debe ser de base, desde nosotros. El sobreconsumismo, y más en estas fechas navideñas, hacen que nuestros desperdicios sigan destruyendo el planeta.

Las desigualdades entre ricos y pobres nos llevan a la devastación. El periodista francés Hervé Kempf, del diario Le Monde, nos da pistas de esto en su libro ‘Cómo los ricos destruyen el planeta’ afirmando que el “sobreconsumo nos empuja a una crisis ecológica”. Nuestras sociedades son ostentadoras, nos gusta aparentar más de lo que tenemos, sólo hay que ver los millones de chilenos que están hasta el cuello de deudas y cómo las tarjetas de plástico nos llevan a más desigualdades.

Todo está relacionado. Afortunadamente, algunos gobernantes de países del primer mundo se dan cuenta de esto, por eso se han comprometido en esta cumbre a ayudar económicamente a países pobres para que se adapten e implanten tecnologías necesarias para reducir emisiones, sin embargo, insisto, los cambios deben ser de sistema, de economía y de costumbres para que sea de real.