En España fuimos testigos de una loca campaña para ser sede de los Juegos Olímpicos del 2016, Madrid era la candidata. Finalmente la ciudad de Río de Janeiro fue elegida para disgusto de muchos. Teniendo en cuenta la rotación de continentes era de esperar que tocara en Brasil. Por primera vez en la historia es el turno de nuestra América del Sur.
Entre las cuatro candidaturas que se presentaron, la capital española era una de las ciudades que más había hecho sus tareas. Ya habían construido estadios e instalaciones con miras a esta competición, sin embargo, era evidente cómo los políticos aprovecharon esta situación para especular con millones de euros, aún sabiendo que era muy difícil que después de las Olimpiadas de Londres, en el 2012, se repitiera continente.
Finalmente el deporte mundial se encontrará en una de las ciudades más lindas del mundo. Podrán disfrutar de sus playas, su carnaval y su gente. Para Brasil poder celebrar un evento de estas magnitudes en tiempos de crisis es un desafío, a Lula da Silva le queda mucho que hacer. Tienen siete años para llenar de cemento la ciudad, construir y destruir lo que no sirve. Hay que reconocer que no le vendrá mal a este bello lugar poder resurgir del olvido con esta inyección económica y que los niños brasileños que juegan el fútbol descalzos por sus calles puedan ser testigo de esto.
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