Cuando una persona emprende un viaje, siempre hay una razón bastante fuerte. Un viaje puede ser provocado por tantas cosas. A lo largo de los años esos motivos van rotando, crisis económicas, sequías, ansias de poder, amor a la vida. Un viaje, un intercambio de país, de olores, caras, almas, formas de ver el mundo. Desde que decides ese paso, se te abren puertas y ventanas, y uno tiene que ser libre de elegir dónde quiere vivir.
La migración de personas es algo natural y siempre a traído riquezas y pobrezas donde se ha hecho en grandes masas. La situación actual del mundo está provocando que bastantes personas vuelvan a sus países de origen. Esto conlleva una repercusión en los mercados de trabajo europeos. Lamentablemente las personas con menos recursos son las que han tenido que abandonar sus casas, por no poder pagar los arriendos, o gente con carreras que no encuentran un trabajo. Y no hablo sólo de extranjeros.
Esta crisis que estamos viviendo, ha hecho que miles de personas emprendan un viaje de retorno. No han podido encontrar el sustento ni siquiera en países más ricos que los suyos. Estos movimientos suelen suponer grandes frustraciones, pero en momentos de carencias la vida está ante todo.
Los cambios de lugares nos aportan, no importan los motivos, siempre un viaje debe recibirse con los brazos abiertos. Desde que tienes la fecha de ida, ya tienes que organizarte. Trabajo, casa, niños, compromisos... Ese sentimiento de dejar tu realidad por un tiempo determinado, o no, nos hace saber que estamos vivos